miércoles, 24 de julio de 2013

Dussel - El último Marx y la liberación latinoamericana [RESUMEN]

Del Última marx a América latina
e. dussel
7.2. El Viraje": La "Cuestión Rusa"(1868-1877)
Marx había expresado, hasta la publicación del libro I de El capital, una visión unilateral de la historia universal.
Para Marx en esos años, Inglaterra era un verdadero "dedo" que cumplía los designios de la historia universal.
El origen del "viraje" fundamental en la visión de Marx de la historia universal se debió a un hecho muy simple. Al editarse en 1867 su obra El capital, ésta produjo reacciones que llegaron a los oídos de Marx. Quizá la más entusiasta de todas fue la de algunos jóvenes rusos revolucionarios. La realidad rusa, que no era nueva para Marx, quien sin embargo la había despreciado frecuentemente, se transformará poco a poco en un objeto casi obsesivo de estudio.
El tema del campesinado de un país no hegemónicamente dominado por el capitalismo irrumpió con ímpetu cuestionando muchos elementos del marco teórico hasta ese momento desarrollado por Marx.
los narodniki (de narod: "pueblo" o "nación" en ruso) era un movimiento filo-eslavo, en sus comienzos romántico-conservador, opuesto a los "occidentalistas", quienes se inspiraban en un racionalismo liberal —eran hijos de la Ilustración, como el "positivismo" latinoamericano del siglo XIX. El movimiento se originó en la década de 1840 y descubrió la obshchina (comuna agrícola) que se organiza en torno del mir (asamblea de ancianos): un "pueblo-nación" con propiedad y decisiones políticas comunitarias.
El "socialismo populista ruso" como síntesis superadora que postulaba partir del pueblo y la tradición ancestral de la obshchina (contra los occidentalistas) y producir una revolución hacia adelante (contra el romanticismo conservador).
Una vez fracasada la experiencia de la Comuna de París, Marx posee ahora sensibilidad por el problema campesino; al mismo tiempo, tiene conciencia de la dificultad del triunfo de la revolución en los países desarrollados y centrales del capitalismo. Rusia se le aparece, entonces, como una nueva posibilidad.
En la Crítica del programa de Gotha (1875), no se acepta, y esto se subraya, que los "campesinos" puedan considerarse junto con los pequeños burgueses, como "una masa reaccionaria".
De manera que, para Marx, como puede comprobarse, el evitar Rusia el capitalismo sería una "bella oportunidad". Por ello: "El capítulo de mi libro que versa sobre la acumulación originaria se propone señalar simplemente el camino el que, en la Europa Occidental, nació el régimen económico capitalista del seno del régimen feudal."
7.3. La Respuesta A Vera Zasúlich O El Apoyo A Los "Populistas Rusos" (1877-1881)
Negar la "unilateralidad" del proceso histórico, ya que "la fatalidad histórica de ese movimiento se restringe expresamente a los países de la Europa Occidental". en Europa se pasó de un régimen de propiedad privada de trabajo personal a uno de propiedad privada capitalista. Pero en Rusia la propiedad es "comunal" y no privada —y no se podría pasar fácilmente de la "comunal" a la "privada", lo que en Europa tomó muchos siglos.
Se presentan argumentos en contra de la posibilidad del pasaje de la comuna rural a un grado de propiedad comunitaria superior (socialista).
La "disolución fatal" de la comuna es negada explícitamente por Marx.
Marx se manifiesta, en un sinnúmero de expresiones o argumentos, a favor de tal "pasaje" de la comuna, de la propiedad comunal, a la propiedad socialista: propiedad comunal arcaica de forma superior o moderna. Además, la comuna rural rusa no es tan arcaica, ya que tiene cierta propiedad privada, en la explotación; este dualismo, por otra parte, es su debilidad pero igualmente su fecunda posibilidad.
Propone argumentos a favor de tal "pasaje".
Los aspectos positivos son: la comuna rural es nacional; no es producto de una invasión extranjera ni sirve a sus intereses; no está aislada del mundo moderno; su configuración física permitiría una implementación mecánica en vasta escala; el contrato de arte le permitiría un trabajo cooperativo. No puede negarse "la posibilidad teórica" de un pasaje directo al socialismo de este "microcosmos localizado", regional.
Por último: estas comunas pueden ser el "punto de partida" (o "punto de apoyo") directo de la "regeneración" de Rusia. Marx aprueba entonces, de manera argumentada, la posición de los "populistas rusos" en 1881.
Este "viraje (Kehre)" —por llamarlo de alguna manera— sólo se sitúa en el nivel histórico, concreto; nivel del desarrollo del discurso dialéctico. El nivel esencial, en donde se encuentra abstractamente el discurso de El capital, no es cuestionado en absoluto. En realidad, no hay en él argumentos en pro o en contra de la cuestión de la "comuna rural rusa", porque ésta se sitúa en el nivel concreto o histórico de las condiciones de posibilidad de la aparición del capital.

Los sistemas económicos históricos no siguen una sucesión lineal en todas partes del mundo. Europa Occidental, y de manera clásica Inglaterra, no son la "anticipación", del proceso por el cual han de pasar obligatoriamente todos los países "atrasados". Se superaba lo que hoy llamaríamos el "desarrollismo", y se abría el ancho camino para el desarrollo del discurso de Marx considerando vías diferenciadas: una es la del capitalismo de Europa Occidental o "central, más desarrollado; otra es la de los países periféricos y menos desarrollados.

Giddens - La estructura de clases en sociedades avanzadas [RESUMEN]

LAS TEORIAS DE LAS CLASES EN MARX
1. Fundamentos del modelo en Marx
Según la teoría de Marx, la sociedad clasista es el producto de una determinada sucesión de cambios históricos. Las formas más primitivas de sociedad humana no son clasista. En las sociedades «tribales» se da sólo una división del trabajo muy pequeña y la propiedad que existe es poseída conjuntamente por los miembros de la comunidad. La expansión de la división del trabajo, junto con el mayor nivel de riqueza que produce, va acompañada del crecimiento de la propiedad privada; lo que lleva consigo la creación de un producto excedente del que se apropia una minoría de no productores que en consecuencia mantienen una relación de explotación vis-à-vis con la mayoría de los productores.
Las diversas formas y resultados de los conflictos de clase en la historia explican las diferentes posibilidades producidas por el reemplazamiento de un tipo de sociedad por otro. El resultado, sin embargo, es un nuevo sistema de dominio de clases, porque esta secuencia de cambios revolucionarios se basa en el desplazamiento parcial de un tipo de propiedad de los medios de producción.
Tres conjuntos de factores dificultan el estudio del concepto marxista de clase. El primero se refiere a una cuestión de terminología. El segundo corresponde al hecho de que existan dos construcciones conceptuales que pueden deducirse de los escritos de Marx en relación con la noción de clase: un modelo abstracto o «puro» de dominación de clase, que se aplica a todos los tipos de sistemas clasistas; y unas descripciones más concretas de las características específicas de las clases determinadas en sociedades. El tercero concierne al análisis de Marx de las clases en el capitalismo.
La cuestión terminológica: el nudo de la cuestión estriba en que la terminología de Marx es imprecisa. Mientras normalmente utiliza el término «clase», emplea también palabras como «estrato» y «estamento» como si fueran intercambiables con el primero. Más aún, utiliza la palabra «clase» para varios grupos que son evidentemente sólo partes o sectores de «clase» propiamente dichos.
El modelo «modelo abstracto» de Marx se trata de un modelo dicotómico. En cada tipo de sociedad de clases existen dos clases fundamentales. Las relaciones de propiedad constituyen el eje de este sistema dicotómico: una minoría de «no productores», que controla los medios de producción, pueden utilizar esta posición de control para extraer de la mayoría de los «productores» el producto excedente que es la fuente de su subsistencia. La «clase» se define así en función de la relación entre los diferentes grupos de individuos con los medios de producción. Esto se encuentra integralmente ligado a la división del trabajo, porque es necesaria una división del trabajo relativamente desarrollada para la creación del producto excedente sin el cual no pueden existir clases. La «clase» no debe identificarse con la fuente de ingresos en la división de la renta.
Es un axioma del modelo abstracto de clases de Marx que la dominación económica está unida a la dominación política. El control de los medios de producción proporciona el control político. Y así la división dicotómica de las clases es una división tanto de propiedad como de poder. Así, las clases expresan una relación no sólo entre «explotadores y explotados», sino también entre «opresores y oprimidos». Toda clase dominante trata de estabilizar su posición imponiendo una ideología que la legitime, que racionalice su posición de dominación económica y política y explique a la clase subordinada por qué aceptar esta subordinación.
Las clases se conciben como basadas en las relaciones de mutua dependencia y conflicto. Las clases en el sistema dicotómico se encuentran en una situación de reciprocidad de forma que ninguna clase puede escapar a esa relación sin perder su identidad como «clase» diferenciada. Esta reciprocidad es asimétrica, pues descansa en la extracción de plusvalía de una clase por otra. Sus intereses son excluyentes y constituyen la base para el estallido potencial de luchas abiertas. El «conflicto» de clases se refiere a la oposición de intereses motivada por la relación de explotación inherente a la relación de clases dicotómica.
La clase sólo se convierte en un agente social importante cuando asume un carácter directamente político, cuando es foco de una acción colectiva. Unicamente bajo ciertas condiciones una clase «en si» se convierte en una clase «para sí».
La mayor parte de los elementos problemáticos que existen en la teoría de clases de Marx se derivan de la aplicación de este modelo abstracto a formas históricas, específicas de sociedad. La primera cuestión es la relación entre el sistema de clases dicotómico presupuesto por el modelo abstracto, y la pluralidad de clases que, existe en todas las formas históricas de sociedad. Cada tipo histórico de sociedad está estructurado en torno a una división dicotómica respecto a las relaciones de propiedad. Pero mientras esta división dicotómica es el «eje» fundamental de la estructura social, esta sencilla relación de clase se complica por la existencia de otros tres tipos de grupos, dos de los cuales son «clases» en un sentido estricto, mientras que el tercero se representa un caso marginal. Estos son: 1) Las «clases de transición» que se encuentran en el proceso de formación dentro de una sociedad basada en un sistema de clases que se está haciendo anticuado. 2) Las «clases de transición» que, por el contrario, representan elementos de un conjunto superado de relaciones de producción que se prolongan dentro de una nueva forma de sociedad. Representan el hecho de que un cambio social radical no se realiza de la noche a la mañana, sino que se constituye un largo proceso de desarrollo, de forma que existe una superposición masiva de diferentes tipos de sistemas dicotómicos de clases. 3) La tercera categoría son los «grupos de cuasi-clase», en el sentido de que se puede decir que comparten ciertos intereses económicos comunes; pero cada uno de ellos se mantiene al margen del conjunto dominante de relaciones de clase dentro de las sociedades de las clase que forman parte. A estas tres categorías se le puede añadir un cuarto factor de complicación del sistema dicotómico abstracto: 4) los sectores o subdivisiones de clase. Las clases no son entidades homogéneas respecto a las relaciones sociales a las que dan lugar.
2. Capitalismo y desarrollo capitalista
El modelo abstracto del capitalismo de Marx parte de un difícil problema de la teoría económica –que estaba completamente enmascarado en la teoría ortodoxa de la economía política. Se trata del problema del origen de la plusvalía. La esencia del capitalismo se expresa en la relación de clases entre el capital y el trabajo asalariado. Ésta relación debe basarse en la apropiación de la plusvalía por la clase capitalista.
El capitalismo presupone lo que Marx llama una separación entre «el individuo personal y el individuo de clase». El carácter «económico» del trabajador se ve amputado o alienado de su carácter de ser humano integral. En el capitalismo, el trabajo se considera lo mismo que cualquier otra mercancía. La plusvalía se explica por referencia al hecho de que, como la fuerza de trabajo del obrero es una mercancía, su «costo de producción» puede calcularse exactamente igual que el de cualquier otra mercancía. Este se obtiene por el costo de proporcionar al trabajador los suficientes ingresos para como para «producir y reproducirse a sí mismo»: ka diferencia de esto y el valor total creado por el obrero es el origen de la plusvalía.
La relación entre capital y trabajo asalariado implica la creación de un mercado libre competitivo tanto en el capital como en el trabajo. Existen, en el modelo abstracto, dos procesos de especial importancia: 1) la incipiente socialización de las fuerzas de mercado, que se manifiesta sobre todo en el crecimiento de las sociedades anónimas –«capitalismo sin capitalistas»–, y 2) la polarización de las clases, el capital y el trabajo asalariado. El primero supone una transformación de los mismos principios en los que se basa el capitalismo.
La relevancia de las sociedades anónimas se debe a que proporcionan una demostración palpable de que la industria moderna puede funcionar sin la intervención directa de la propiedad privada. Las sociedad anónimas, de este modo, como «desarrollo final de la producción capitalista», llevan a efecto «la abolición del modo de producción capitalista dentro del propio modo de producción capitalista».
Como consecuencia de su propio funcionamiento el capitalismo se transforma a sí mismo «desde adentro». En el modelo abstracto del capitalismo, el desarrollo del potencial revolucionario de la clase obrera está ligado a tres aspectos de la polarización de clases: a) la desaparición de aquellas clases y segmentos de clases que complican el sistema principal dicotómico de clases compuesto por el capital y el trabajo asalariado; b) la progresiva eliminación de sectores diversificado dentro de la propia clase obrera; c) la creciente disparidad entre la riqueza material del capital y la del trabajo asalariado.
El empeoramiento de la situación relativa del grueso de la clase obrera, por otra parte, junto con los aspectos de la «polarización», proporcionan la combinación de circunstancias que promueven el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado.
Pero la «conciencia de clase» sólo es importante cuando adopta una forma organizada y, una forma política. El propio carácter de la democracia burguesa, con su esfera rigurosamente delimitada de lo «político», posibilita unas formas de unión y de organización partidista que permiten plantear las reivindicaciones revolucionarias de la clase obrera.
Constituye un error considerar los principios establecidos por Marx en su modelo abstracto de desarrollo capitalista como «predicciones» sobre el futuro próximo de las sociedades capitalistas históricas.

Hay dos nociones parcialmente independientes sobre el cúmulo de circunstancias que pueden originar la transformación revolucionaria del capitalismo. Una es la tesis de que el sometimiento de un país socialmente atrasado a la influencia de una tecnología industrial avanzada puede crear una conjunción explosiva de acontecimientos que produzca una «etapa burguesa» de la sociedad muy pasajeramente a la que rápidamente siga una revolución socialista. La segunda versión de la teoría del cambio revolucionario es la que se desprende directamente del modelo abstracto de desarrollo capitalista elaborado en El Capital. En este caso, las circunstancias que promueven la revolución se estimulan, no por un choque entre lo viejo y lo nuevo, sino por la maduración interna del propio capitalismo.

Dussel - Metaforas teológicas de Marx [RESUMEN]

CRÍTICA AL CARÁCTER FETICHISTA DEL CAPITAL

3.1. EL FETICHISMO COMO «ABSOLUTIZACIÓN» DE LO RELATIVO

Por cuanto algo es constituido como «absoluto», tenemos el problema ontológico (y religioso mundano, claro está) del fetichismo.

Para Marx, aquí «social» es una posición defectiva de la persona en la relación con otra persona, en la producción; es un carácter negativo, perverso, incorrecto.

En el capitalismo hay un tal tipo de relación productor-productor (relación de producción, en abstracto, o de productores, en concreto) que sólo alcanza la «socialidad» gracias al mercado. Este carácter «social» puede comprenderse, como pervertido, desde la relación comunitaria. Marx necesita, para explicar el carácter fetichista del valor, partir del carácter «social» del trabajo (opuesto al carácter «comunitario» del mismo ).

El «carácter» fetichista es un modo de ponerse el capital, y al mismo tiempo es un concepto (y lo que intentamos es el «desarrollo dialéctico del concepto de divinidad (fetichismo]»), una categoría interpretativa, y un mecanismo ideológico de ocultamiento (mecanismo cotidiano del capitalista o el obrero, y del economista científico capitalista).

El cáracter fetichista, por ser un modo del capital en totalidad, toca no sólo el capital en general, sino igualmente cada una de sus determinaciones (no sólo la mercancía o el dinero, sino igualmente el trabajo asalariado, el medio de producción y el producto), el capital en la producción y en la circulación, y por ello el plusvalor y la ganancia, pero igualmente en cada una de sus funciones: capital industrial, comercial o capital que rinde interés (siendo evidentemente este último el capital fetichizado por excelencia). Es decir, se trata de tener en cuenta la totalidad del discurso, y en cada momento veremos siempre la referencia de Marx a la cuestión del fetichismo.

3.2. CARÁCTER FETICHISTA DEL CAPITAL EN GENERAL

El «carácter fetichista» del capital se funda en la absolutización de lo relativo. De la absolutización, separación, autonomía, mistificación de uno de los términos de la relación. Al negarse o aniquilarse el primer término (A, por ejemplo, el trabajo vivo), el segundo término (B, por ejemplo, el valor) se totaliza, se clausura, se fetichiza.

La autoafirmación fetichista de la totalidad supone la negación, la aniquilación de la exterioridad, de lo-otro o del-otro que el capital.

a) Negación de la exterioridad.
Carácter «comunitario» o «social»
de la producción

Marx siempre parte de la exterioridad del trabajo vivo, del otro que el capital, supuesta cuya eliminación se puede fetichizar el capital. La fetichización necesita como condición la aniquilación del otro que el capital.

El tema de la exterioridad, como categoría radical desde donde la misma categoría de «totalidad» es
posible, es lo que permite a Marx mostrar cómo la negación del otro como otro, como dis-tinto (y no di-ferente en la totalidad del capital que lo ha subsumido ), como todavía en su posición de contradicción absoluta, es la condición de posibilidad de la fetichización (absolutización) de la totalidad, del capital afirmado sin relación a una exterioridad ( el otro término) que ha sido aniquilada.

RELACION "COMUNITARIA" EN1RE PERSONAS, ORIGEN SOCIAL DE TODO EL PRODUCTO

Desde la comunidad («asociación de hombres libres»), el producto es originariamente social (b). No necesita del intercambio o del mercado (ser «valor») para advenir social. Es social desde el acto creador mismo del productor en comunidad. El sujeto de trabajo, como individualidad plenamente realizada, es participante, con libertad y conciencia, de la comunidad.

El trabajo «social» es así perversión del trabajo «comunitario». y el producto mercancía es la perversión del producto inmediatamente social.

CARACTER SOCIAL DEL TRABAJO y DEL PRODUCTO-MERCANCIA DESDE PRODUCTORES PRIVATIZADOS

b) Absolutización del valor.
Constitución del fetiche

El trabajo «social» es la condición ontológica de posibilidad del fetichismo. Pero el fetichismo no es el trabajo social. El fetichismo es el mecanismo de absolutización del capital como tal 20, del valor en última instancia, porque el valor es la determinación pura y universal del capital.

Si es verdad que «el punto de partida del desarrollo [...] fue el sojuzgamiento del trabajador» -negación de la exterioridad-, la autoafirmación absolutizante del capital, como valor que se autovaloriza desde sí, por la pretensión de una autocreación de la nada, por emanación panteísta desde su propia esencia, es el fundamento ontológico del fetichismo: es la esencia del carácter fetichista del capital, del valor, y por ello de todas sus determinaciones (mercancías, dinero, etcétera).

DOBLE RELACION SOCIAL DE LA MERCANCIA COMO SOPORTE MATERIAL DEL VALOR: VALOR DE USO PRODUCIDO Y VALOR DE CAMBIO INTERCAMBIABLE

Subjetivamente, la negación de la relación productor-mercancía (trabajo vivo-valor) permite la absolutización del valor.

Pero, por otra parte, puede igualmente no tenerse en cuenta, objetivamente, la relación del produc-
to como mercancía en referencia a su realización: la mercancía es mercancía (no sólo porque es producto: rela ción productor-producto) porque es el soporte de un valor de cambio (es producida para el intercambio; la intercambiabilidad y posteriormente vendibilidad le es inherente a su esencia).

La «absolutización» del valor, entonces, es doble: por una parte, se oculta la «relación» con el trabajo vivo que lo produce o crea; y, por otra, se olvida la «relación» con el comprador posible. Sin comprador (sin intercambio real: sin realización en dinero), el valor de la mercancía se aniquila, y, por ello, tampoco el valor pertenece a la cosa misma (a la mesa), sino en tanto, al menos in potentia (dynámei, acostumbraba a escribir en griego Marx), es de hecho convertida en dinero.

Este absolutizar una «parte» (el capital) del «todo» (capital-trabajo) constituye la realidad del carácter fetichista.

«[...se] refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productos y el trabajo global, como una relación social entre los objetos existente al margen de los productores» .

La «forma de mercancía» tiene un carácter fetichista en cuanto es la aparición fenoménica, la manifestación ( «forma» para Marx) de la autoposición del valor como esencia del capital que se autovaloriza. Pero es el carácter fetichista del capital lo que funda el carácter fetichista de la mercancía.

Este valor, como esencia última del capital, se torna un fetiche: hecho por la mano del hombre, ya que no es sino trabajo humano objetivado acumulado, que se ha tornado un Poder autónomo, autonomizado, que comienza a tener todos los atributos de un «dios»,: sujeto autocreador desde la nada, eterno, infinito en el espacio (destruyendo todas las barreras hasta llegar al mercado mundial), poder civilizador, fuente de libertad e igualdad, divinidad providente.

3.3. CARÁCTER FETICHISTA DE CADA DETERMINACIÓN DEL CAPITAL

a) Carácter fetichista de la mercancía

Como capital, la mercancía queda constituida en el carácter fetichista del capital como tal. Por ello, al aparecer en el mercado el capital como mercancía, el valor que ella tiene le es atribuido a la mercancía misma, como cosa autónoma, absoluta, sin relación con el capital, de la que forma parte, ni con el trabajo vivo que la produjo en las condiciones del trabajo social que la caracterizan como mercancía.

«La forma de mercancía, y la relación del valor entre los productos del trabajo en que dicha forma se representa, nada tiene que ver con la naturaleza física de los mismos [...] La forma fantasmagórica de una relación entre cosas es sólo la relación social determinada existente entre aquéllos (las personas) [...] A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo, no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil».

«El carácter enigmático» de la forma de mercancía consiste, entonces, en que apareciendo en el «mundo de las mercancías» (nivel fenoménico por excelencia), como forma de manifestación del capital, el valor como mercancía, la existencia del valor en dicha cosa, es atribuible a la mercancía, o al capital, ya autonomizado de toda relación con el trabajo vivo y determinado por la forma social que adopta al ser subsumido por el mismo capital. Y esto porque la mercancía que aparece en el mercado (la «forma de mercancía» del capital) es capital; es uno de los modos de existencia del capital.

b) Carácter fetichista del dinero

«La forma del dinero es exterior a la cosa misma, y por tanto mera forma de manifestación de relaciones humanas ocultas detrás de ella». De otra manera, el dinero no es sino una mercancía cuyo valor de uso es el equivalente general de los valores de cambio de las demás mercancías. La «forma de dinero» del oro no es inherente a las cualidades físicas del oro, sino a una determinación histórico-social que lo constituye como dinero (o como la medida y equivalente general de todos los otros valores de cambio ). Pero el dinero (oro, por ejemplo) es la única mercancía que no debe «realizarse», en abstracto (es decir, venderse: convertirse en dinero), porque ya es dinero, y siendo el dinero la forma de manifestación más próxima al ser del capital, es aquella determinación o forma de capital que por naturaleza aparece como el fetiche en cuanto tal.

c) Fetichización del trabajo como trabajo asalariado

El trabajo vivo, entonces, se enfrenta al capital que es visto como un Poder en sí, como valor, y no como trabajo materializado. De manera que el trabajo vivo es dominado por el trabajo pasado objetivado sin necesidad de medio coactivo alguno. La subsunción del trabajo se realiza, primero formalmente por medio de la manufactura (donde el trabajo como trabajo guarda las características anteriores ), y posteriormente de manera real o material (por medio de la maquinaria misma).

El trabajo subsumido en el capital, el trabajo como capital, es ahora una forma de aparición del capital (siendo en realidad la propia fuente creadora del valor) y, por ello, «si el trabajo (vivo) se identifica con el trabajo asalariado» 44, el trabajo se ha fetichizado para el trabajador mismo; para él mismo es una mercancía.

Pero la fetichización de la capacidad o fuerza de trabajo es de naturaleza totalmente distinta que la de las otras determinaciones. Se produce cuando se «separa» o no se relaciona (se absolutiza) la capacidad o fuerza de trabajo con el trabajo vivo como tal. El propio trabajo vivo, en su uso, como fuerza de trabajo, produce su salario en el «tiempo necesario»; es decir, es la fuente del valor del salario y de la fuerza de trabajo, pero el mismo trabajador atribuye al dinero recibido como salario la fuente de su reproducción. Además, cree que la totalidad de su trabajo objetivado es igual al salario (confundiendo trabajo vivo con capacidad de trabajo o trabajo asalariado; o creyendo que el trabajo vivo tiene valor y no la sola capacidad o fuerza productiva), de donde la fetichización del valor es posible. La fetichización del trabajo ante los ojos del trabajador mismo es el constituyente subjetivo de la fetichización del valor, del capital como tal.

d) Carácter fetichista de los medios de producción

El monstruo, el fetiche, tiene vida procedente del trabajo vivo, pero, aun cuando muere, conserva la inmortalidad de su alma. Es el cuerpo de la máquina el que muere (su materialidad), pero su alma (el valor) transmigra (circula) aun en el caso del capital constante o fijo.

e) Fetichización del producto

En una forma social donde el trabajo tiene un carácter social, es decir, donde la socialidad del trabajo le viene otorgada por el hecho de que sus productos privados son sólo mercancías para un mercado (y el mercado otorga la socialidad al producto y al trabajador privado), el producto se fetichiza.

El producto pareciera poseer valor en sí mismo, como cosa, pero además, en el capital, el valor del producto parecería ser diverso al precio en el mercado del mismo producto. La ganancia o la diferencia entre el valor del precio de costo del producto y el valor expresado en dinero (precio final) en el mercado se produciría por la venta del producto por sobre su valor. Para ello habría que atribuir, por una parte, valor al producto como cosa autónoma, y constituir el mercado como causa de nuevo valor (fetichización de la circulación con respecto a la producción). La circulación crearía valor.

El producto tiene un valor: lo invertido en dinero en los medios de producción y en salarios, y el plusvalor creado en el tiempo de plustrabajo impago.

La fetichización del producto, entonces, consiste en creer que el precio de costo (lo gastado en dinero por el apital para producir el producto; para el capitalista, su valor) es igual al valor del producto (como sale de la fábrica), y de esta manera se «oscurece y mistifica [se fetichiza] por entero, y desde un principio el verdadero origen del plusvalor [...], el propio plusvalor aparece como surgiendo del capital global. La fetichización del trabajo asalariado produce la fetichización del producto y de la ganancia, y todo por la «desaparición» del plusvalor en la producción.

Si el producto fuera el fruto de un trabajo comunitario, sería transparente: producto de trabajo y para las necesidades humanas de los trabajadores en comunidad. No habría fetichización, ni plusvalor, ni plustrabajo. Y el objetivo sería trabajo consumido.

Si el producto, en cambio, es fruto de un trabajo social, se encuentra la misteriosa oscuridad del fetiche: producto de un trabajo privado y como mercancía (producto para el mercado) y por ello oculta el plustrabajo, y la ganancia pareciera ser una relación del «capital como relación consigo mismo». La fetichización del capital (del valor) funda la fetichización del producto. Pero la fetichización de éste pende de la fetichización de la circulación.

3.4. CARÁCTER FETICHISTA DE LA CIRCULACIÓN

«En la esfera de la circulación no (se) genera valor ni plusvalor».

El pretender que se genera valor (como ganancia) en la venta del producto (del pasaje de P a M, y de M a D: realización del producto/mercancía en dinero) es justamente haber fetichizado el valor y el producto, y por ello la mercancía, y el pensar que el capital genera valor al vender el producto/mercancía y al realizarlo en más dinero. Hay un nivel superficial fetichizado de la circulación, donde pareciera que se genera la ganancia (más valor desde el capital mismo), y se niega, se oculta el otro término de la relación: el proceso productivo, el nivel profundo.

El capital (el valor) oculta, retira de las miradas, lanza al proceso de producción, torna invisible el ámbito del trabajo mismo (en la manufactura, en la fábrica, en el trabajo capitalista de la tierra), lo torna no-fenómeno: escinde la producción (nivel profundo invisible) de la circulación (nivel superficial visible). La invisibilidad del origen, de la realidad y explicación de los fenómenos visibles permite la fetichización del valor (del capital): es el fundamento de dicho mecanismo ideológico. Por ello, el enigma, el misterio, la mistificación, la fetichización de todas las determinaciones del capital, y en especial de la ganancia, es posible porque se sitúa todo en el mero horizonte de la circulación. La fetichización de la circulación como horizonte ontológico desde donde se conoce todo lo que se presenta en el sistema capitalista es el origen del mecanismo de ideologización de la economía política capitalista. Esto lo vio claramente Lukács. Al ignorarse el proceso de producción (donde se crea el plusvalor), se absolutiza la circulación. La totalidad del capital y la circulación ha negado la exterioridad del trabajo vivo y la producción.

3.5. CARÁCTER DE FETICHIZACIÓN PROGRESIVA DEL PROCESO DE VALORIZACIÓN


El proceso de fetichización es progresivo. Hay menos fetichización en los niveles más profundos ( o menos supediciales) de la producción; hay más fetichización en los niveles más superficiales de la circulación.

La genealogía del Estado en Marx - José Ernesto Castillo [RESUMEN]

La genealogía del Estado en Marx
José Ernesto Castillo
Un problema previo: ¿cómo se lee un clásico?
Podemos visualizar un tipo de escritura y un interés centralmente filosófico en los textos anteriores a La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach. Nos parece adecuado clasificar como “textos de juventud” al conjunto de la obra de Marx hasta los dos textos antes mencionados. En estos textos, su foco está puesto hacia la crítica filosófica.
También vamos a acordar en ubicar a las Tesis sobre Feuerbach y a La ideología alemana como textos de “ruptura”. Y daremos, entonces, la jerarquía de textos del Marx “adulto a los producido a continuación.
Textos de juventud
A) Período radical-democrático:
Artículos periodísticos de la Gaceta del Rhin
B) Período de pasaje al comunismo:
Critica a la filosofía del estado de Hegel (manuscrito)
La cuestión judía (en Anales Franco-Alemanes)
Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (ídem anterior)
Manuscritos económico-filosóficos de 1844
La Sagrada Familia
Textos de ruptura:
Tesis sobre Feuerbach
Ideología alemana
Textos de Marx adulto:
A) Período París-Bruselas-Revoluciones de 1848:
La miseria de la filosofía
Manifiesto Comunista
La lucha de clases en Francia 1848-1851
Trabajo asalariado y capital
B) Período de exilio en Londres:
El XVIII Brumario de Luis Bonaparte
Manuscritos e crítica a la economía política
Contribución a la crítica a la economía política
El Capital
La guerra civil en Francia
Crítica al programa de Gotha
El Estado: temática omnipresente en Marx
Nos parece de utilidad la clasificación de Lenin de las fuentes centrales que en distintos momentos de su vida Marx va introduciendo:
1) La filosofía clásica alemana;
2) El socialismo utópico y el conjunto del pensamiento revolucionario francés desde la revolución francesa en adelante;
3) La economía clásica inglesa.
Estos tres elementos van entrando en la conformación del pensamiento de Marx, como en etapas. En los escritos del joven Marx va a prevalecer la fuente filosófica. En su primer período “militante”, entre 1847 y y 1850, la fuente política revolucionaria –francesa– y, a partir de 1851, la economía política clásica.
La Gaceta del Rhin
Las primeras apreciaciones y definiciones de Marx sobre el Estado aparecen en esos artículos de la Gaceta. Un Marx que se empieza a confrontar con una definición de Estado, hegeliana, con la que cada vez va a sentirse más incómodo.
Definición de Estado en Hegel: “El Estado es la realidad de la idea ética; es el Espíritu ético en cuanto voluntad patente, claro por sí mismo, sustancial, que se piensa y se conoce, y que cumple lo que él sabe […]. El Estado, como la realidad de la voluntad sustancial que posee en la conciencia de sí individualidad elevada a su universalidad, es lo racional en sí y por sí”.
Marx, desde esa definición de Hegel, va a sostener que un Estado que no es la realización de la libertad racional es un mal Estado. Marx comprende que entre su definición de Estado y la realidad hay una escisión. Esa escisión entre la definición de Estado y la realidad se, fundamentalmente, siempre que están en juego intereses materiales.
Se saca la conclusión que, para Marx, podría haber Estados que cumplan su esencialidad siendo la realización de la libertad racional, y otros que no, o sea, “malos Estados”.
Tenemos esa tensión que aparece entre un Estado que debe realizar la libertad y la razón y la comprobación fáctica, a partir de sus políticas concretas, de que no la realiza.
Marx descubre que esta escisión entre el “ser” del Estado y el “deber ser” hace su aparición manifiesta siempre que están en juego cuestiones materiales. La importancia de la condiciones materiales de existencia se va abriendo paso en la mente de Marx. Y también observamos que hay una tensión muy fuerte por saldar las escisiones entre la sociedad civil, el reino de lo privado y la sociedad política, mediante el término “pueblo”, mientras que Hegel había tendido a hacer mediante el de “Estado”.
Marx va a decir que uno de los grandes elementos que aporta Hegel es esta concepción de la universalidad, esta concepción del todo. Y termina diciendo que esta concepción, en la cual él se inscribe, “considera al Estado como un gran organismo en que deben [y acá sí que el ciudadano individual, obedeciendo a las leyes del Estado, no hace sino obedecer a las leyes naturales de su propia razón humana”.
Marx en París
Marx va a tomar contacto con muchos grupo anarquistas, socialistas utópicos, comunistas y libertarios en general. Ahí va a aparecer por primera vez en su reflexión el socialismo utópico francés y, como decíamos antes, el pensamiento político francés en su conjunto.
En ese período (1843-1844) se destaca un texto: Crítica a la filosofía del Estado de Hegel.
Comienza analizando lo que a su juicio es el aporte más importante de Hegel: “Lo más profundo en Hegel es que ve una contradicción entra la separación de la sociedad civil y la sociedad política”. Marx va a preguntarse si el Estado es la premisa de la sociedad civil y de la familia, o la familia y la sociedad civil son las premisas del Estado. Esta pregunta es central, es la prehistoria de la discusión más importante que va a fundar el materialismo histórico: ¿qué es lo que determina –o condiciona– a qué?.
Marx hace tres críticas. Primera crítica: es de la familia y de la sociedad civil que emana el Estado (y no al revés, como sostenía Hegel). Segunda crítica: el Estado debe ser analizado como lo realmente existente, llámese administración burocrática, régimen político y/o políticas públicas, pero para Hegel el foco no está acá sino en una definición que deriva de la “idea realizándose a sí misma” (centro de su filosofía de la historia). Para Hegel lo que se materializa en las instituciones es entonces la “finitud de la idea”. Y en la sociedades modernas, esa materialización adopta la forma de la escisión entre el Estado político por un lado, y sus dos esferas “finitas”: la sociedad civil y la familia. Y acá Marx está cuestionando que esa materialización (y esa escisión sociedad política-sociedad civil) sea la materialización de la idea. En esta segunda crítica Marx va a analizar un Estado que se realiza, pero no desde la idea, sino desde lo concreto. Y en la discusión de que el “sujeto”y que el “predicado”, está la discusión más profunda alrededor de que el motor de la historia no es la idea realizándose. Y la tercera crítica es qué o quién “resuelve la escisión de las sociedades modernas: “el Estado” será la respuesta hegeliana, mientras que Marx obsesivamente va a reemplazando esa afirmación por la de “pueblo”.
La característica de las formaciones sociales antiguas va a ser, justamente, la no existencia de esa escisión entre una esfera política y una esfera no política. Y esto es justamente lo que diferencia a la sociedad moderna de las antiguas, donde no existía esa escisión, sino una totalidad.
Somos todos iguales ante la ley y la ciudadanía, pero, en realidad, en el Estado no político, o sea, la sociedad civil, quedan presentes todas las escisiones, desigualdades, etc.
“De los diferentes momentos de la vida de un pueblo, el más difícil de desentrañar fue el Estado político, la Constitución”. Porque, a través de la Constitución, se quiere crear ilusoriamente el concepto de democracia, el concepto de igualdad. No se consigue, pero queda escrito.
Hay “democracia” cuando no hay escisión de sociedad política y sociedad civil. Entonces, si hay escisión entre sociedad política y sociedad civil, la forma abstracta del Estado político podrá ser la monarquía, la república, etc. Y cuando no hay esa escisión, hay democracia. Piensa democracia en termino de igualdad. El concepto de libertad requiere la escisión de las esferas, pero resulta que esa libertad es abstracta.
Para Marx esta contradicción entre Estado y sociedad civil se va a resolver a partir de la autodeterminación de los pueblos, o sea, se va a resolver desde el lado de la sociedad civil. En 1875, Marx define esta “autodeterminación de los pueblos” como “los productores libremente asociados”. El concepto de pueblo, que obviamente va a cambiar por el de clase obrera, va a ser mediado por el concepto de “revolución”. Es la “recuperación de la esencia comunista de la sociedad”.
Para resolver la contradicción entre estado y sociedad civil, Hegel propone un par, que es el par “burocracia/corporaciones”.
Para Marx la burocracia y las corporaciones sí son un hilo conductor, pero no resuelve la escisión entre lo formal y lo material, entre la igualdad abstracta y la sustantiva, entre el Estado y la sociedad civil. Porque burocracia, en realidad, hace de los fines del Estado su propiedad privada.
A la pregunta ¿puede el Estado resolver la contradicción de la sociedad civil?, Marx da una respuesta negativa. Porque la burocracia no “dialoga” con la sociedad civil, sino con los intereses particulares en que se organiza esa sociedad civil, o sea, con las corporaciones, las que a su vez, al organizarse en intereses particulares, convierten a esos intereses particulares en una supuesta generalidad.
Marx mantiene desde el principio hasta el fin de sus escritos una desconfianza absoluta hacia el Estado como instancia de resolución de las contradicciones y un odio a la burocracia en sentido pleno.


La burocracia no es lo que permite la articulación de la sociedad política con la sociedad civil. Esa articulación implicaría que los intereses particulares se constituyan en interés general, pero en interés general de verdad, real, material. Y que el interés general se materialice en los intereses particulares concretos.
El problema sería la sociedad política que ha expropiado las capacidades comunitarias de la sociedad civil. La comunidad es la sociedad civil. La esencia comunista, o la idea de comunidad, desapareció también de la sociedad civil. Porque la sociedad civil va a empezar a parecerle a Marx, primero, una especie de reino caótico de intereses egoístas y mercantiles, y después, desglosando, una sociedad de clases. De la sociedad civil, entonces, vamos a pasar a la sociedad de clases.
La sociedad civil se a transformar en la sociedad burguesa, con su clases, y el estado va a ser una emanación de esa sociedad de clases, y no simplemente de la sociedad civil.
Marx nos dice que la emancipación política no es sinónimo de democracia, esto es, no resuelve el desgarramiento entre la sociedad política y la sociedad civil. Emancipación política, en esta clave, es república, o sea una forma de Estado, y no democracia, como la hemos enunciado en la primera definición de Marx. Así, va a diferencia esta emancipación política de la “emancipación humana”, que sí implicaría la igualdad sustantiva y la reconstitución de la comunidad rota por la escisión de la modernidad. Esta emancipación política se puede leer como ciudadanía para todos o, para ser más claro, como revolución burguesa. Pero esto resuelve la enajenación. Marx sostiene que puede ser que haya un Estado libre sin que el hombre sea libre.
La emancipación política implica el reconocimiento de la importancia plena de la realización del Estado político, de la igualdad formal y del concepto constituyente. Pero al mismo tiempo, esto no resuelva la enajenación del “ser genérico”. “En el Estado, donde el hombre es considerado como un ser genérico, es miembro imaginario de una imaginaria soberanía, se halla despojado de su vida como individuo dotado de una generalidad irreal”. Sólo habrá emancipación humana cuando se supere la enajenación. El obrero está enajenado del producto de su trabajo, del proceso de trabajo y también de su ser genérico. O sea, está enajenado de sus capacidades de apropiarse y transformar la naturaleza a partir de la actividad productiva. El ser genérico implica entonces la articulación del ser humano en su capacidad de apropiarse y transformar la naturaleza a partir del trabajo y poner a esa naturaleza a su servicio.
La superación de la enajenación del ser genérico, la emancipación humana, es entendida ya en estos manuscritos a partir de la materialidad de la clase obrero.
Bruselas
Va a ser en Bélgica done la militancia política de Marx va a adquirir más peso, particularmente en la Liga de los Comunistas, para la que terminará escribiendo el célebre Manifiesto Comunista.
Pero los verdaderos textos e ruptura vendrán luego: las Tesis sobre Feuerbach, de la que rescatamos la famosa frase “los filósofos se han encargado de interpretar al mundo, de lo que se trata es de transformarlo”, y la Ideología alemana. Marx va a plantear en La ideología alemana la génesis del Estado. Éste está en la contradicción que se abre entre el interés particular y el interés público. Esto requiere de la existencia de las esferas separadas de la sociedad civil y la sociedad política. Cuando aparece “sociedad civil”, en La ideología alemana, entendemos que se refiere ya a una sociedad de clases, o sea al contenido material. El origen de esa sociedad de clases se encuentra en una división del trabajo siempre creciente. Todas las luchas que se libran al interior del Estado, la lucha sobre la forma de Estado, “no son sino formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases”.
Como lo que existe materialmente es el interés particular, cuando este interés particular se presenta como interés general tiene que asumir una forma ilusoria. Esa esencia comunitaria reaparece en el Estado ilusoriamente, en el reino de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
Si existe el Estado, significa que hay 'contradicción' entre los intereses de los individuos singulares [o particulares] y el interés común de todos los individuos. Es decir, que tiene que haber escisión entre interés particular e interés general para que exista el Estado. Marx no está diciendo que no se puedan construir reales intereses colectivos, pero no son los que construye ilusoriamente la forma de Estado. El Estado es una comunidad ilusoria, pero no es pura ilusión, materializa, se construye.
La constitución del Estado moderno, del Estado-nación. Se apoya sobre arcos comunes de solidaridades que no son los que definen las condiciones materiales de existencia (o sea, las clases), pero que son “realmente existentes”, como un pasado común, una lengua o una religión. El Estado se apoya sobre la constitución del principio del pueblo o de la nación y a partir de ahí construye, como una comunidad ilusoria, la entidad Estado como si estuviera por encima de las clases. Ese interés común, ese interés general (ideológico, ilusorio), necesita tener anclajes en cosas concretas. Y lo encuentra en estos elementos que provienen efectivamente de elementos básicos de la sociedad civil, como la historia, la cultura, la lengua, la religión, etcétera.
Cuando Marx se refiere al concepto de voluntad, a que el Estado no es el resultado de voluntades individuales, aparece lo que más adelante Engels va a plantear como la definición del Estado como capitalista colectivo ideal. El Estado garantiza la relación social capitalista, el orden capitalista, más allá del personal que esté a cargo del aparato de Estado.
El Marx adulto
De la liga de los comunistas al fin de la Revolución de 1848
En este período (1847-50) Marx produce dos textos centrales (La Miseria de la Filosofía y el Manifiesto Comunista) e innumerables notas periodísticas referidas a los sucesos de la revolución del 48.
Acá aparece la definición quizá más conocida de Marx sobre el Estado. El Estado es el comité organizador de los asuntos comunes de la clase burguesa.
En el manifiesto aparecen por primera vez los interrogantes acerca de qué implica este Estado ante el programa de la revolución proletaria y hay tres elementos importantes en el manifiesto:
a) La toma del poder político. El proletariado se apropia del poder político, “toma el poder del Estado, esto es la conquista de la democracia”. Acá se modifica la definición anterior de democracia. Porque Marx introduce una segunda definición: La democracia como voluntad de las mayorías. La clase mayoritaria va a tomar el poder político y a ejercer un determinado poder sobre los derrotados, sobre la clase burguesa.
“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas.”
En el manifiesto aparece por primera vez un atributo esencial del Estado: “violencia organizada de una clase para la opresión de la otra.” El Estado es violencia organizada.

De la revolución del 48 al exilio en Londres

De esta ,época es también el concepto de dictadura del proletariado, como forma política de dominación luego del derrocamiento del poder burgués.
El proceso que abre la Revolución del 48 va a ser un parteaguas de la reflexión marxista en muchos sentidos:
a) Porque Marx va a emplear su definición de Estado, la del manifiesto, por primera vez sobre una situación histórica concreta.
b) Porque va a significar, con la derrota de dicha revolución, el exilio de Marx y el comienzo de otra forma de trabajo que va a plasmarse en el Capital.

La conclusión de Marx, expresada en un texto de 1850 llamado Circular del Comité Central a la liga de los Comunistas, será que ante la emergencia del proletariado como clase con personalidad política independiente, la burguesía retrocede hasta el extremo de priorizar el orden, y por lo tanto, asimilarse a los acuerdos con el Antiguo Régimen.

El exilio en Gran Bretaña
Este período es donde Marx va a plantearse esa obra monumental de revisión sobre la economía política clásica inglesa que va a terminar siendo El Capital.
El XVIII Brumario de Luis Bonaparte
Va a aparecer el concepto de bonapartismo. Acá nacen los ejes que conducirán al posterior debate entre “instrumentalismo” y “estructuralismo”: los defensores de la concepción instrumentalista del Estado, defendiendo la definición del Manifiesto, y los estructuralistas apoyándose en los planteos del El XVIII Brumario. Pero nosotros tenemos la impresión de que los planteos de El XVIII Brumario están contenidos en el Manifiesto, que no son contradictorios sino que uno está comprendido dentro del otro.
El Estado, finalmente, garantiza el orden social capitalista, independientemente de la figura que surja producto del momento histórico.
Acá reaparece el concepto de Estado parasitario. Marx relata cómo se forma el Estado en la maquinaria centralizada del Poder Ejecutivo. El Estado se ha fortalecido, ha crecido y ha construido su enorme maquinara a medida que se ha profundizado la lucha de clases. Y el Estado, entonces se ha constituido en máquina de guerra del capital contra el trabajo. Y desde esa clave es que debemos entender sus componentes: el ejercito, la policía, la burocracia, la administración central, el Ejecutivo, y el Legislativo.
Y aparecerá la tensión entre poderes ejecutivo y legislativo. Esta contradicción, con el fortalecimiento del ejecutivo, es lo que provoca la “vuelta” a las reflexiones primarias de Marx sobre la relación del Estado con la burocracia.
Inmediatamente, casi en el mismo acto en que la burguesía consigue cristalizar su forma pura de dominación, ella misma comienza a construir una forma Estado que niega sus propios atributos. Sera ahora una forma centralizada, donde el poder parlamentario se reduce prácticamente a cero, y ella va a ser la forma ideal para que el Estado se transforme en máquina de guerra del capital contra el trabajo. Es el Estado del momento en el cual ya ha emergido el proletariado como clase independiente. La centralización va a ser cada vez mayor.
Marx cambia la razón de ser de “ese aparato que la clase obrera no puede utilizar y poder ende debe destruir”- Ese aparato estatal había crecido a partir del desafío que le había generado la clase obrera como institución independiente a la burguesía y, por lo tanto, se fue consolidado como órgano de represión del capital contra el trabajo.
Y un último elemento que aporta la experiencia de la Comuna es la materialización del concepto de dictadura del proletariado. El proletariado no puede, simplemente, tomar el aparato de Estado existente y ponerlo a funcionar para su propio beneficio, sino que debe destruirlo. A la forma política de dominación de la clase obrera resultante de esa destrucción, Marx le da el título de dictadura del proletariado. Y así tenemos la última de las definición de democracia: “la democracia representativa no es otra cosa que la dictadura de la burguesía”.
El Capital
Marx incluye en El Capital la totalidad de su “crítica”.
Existe, en tres dimensiones, una teoría del Estado en El Capital.
La dimensión histórica: el Estado está omnipresente en el capítulo XXIV “La llamada acumulación originaria”. En él queda claro que no podrían haberse constituido ni la burguesía ni el proletariado sin una activa intervención estatal. Marx nos propone un carácter co-constitutivo entre el Estado y las relaciones sociales capitalistas.
La segunda dimensión la encontramos en la formación de la legislación laboral del siglo XIX, documentada por Marx en su capítulo sobre la plusvalía absoluta. Un Estado que garantiza la relación social capitalista pero que, producto de la confrontación, puede llegar a tomar medidas que beneficien a la clase obrera. De nuevo se trata de un Estado que garantiza el “orden capitalista”, aunque para hacerlo deba perjudicar a determinados capitales individuales o fracciones del capital.
La legislación obrera nace de la lucha de clases. Nunca es una concesión graciosa de la burguesía. La clase obrera puede internalizar al Estado. El Estado sigue siendo capitalista; es el garante de la reproducción de la relación social capitalista. Garantizar ese orden implica garantizar la existencia de los dos polos que lo componen: el capital y el trabajo. No se trata de un Estado neutral, sino de un Estado que garantiza una relación desigual, de explotación. El propio Estado capitalista, para garantizar el orden social capitalista, se puede ver obligado, aunque sólo bajo presión de la lucha de clases, a incorporar alguna legislación que favorece a la clase obrera. Una legislación determinada a favor de la clase obrera no cambia el carácter del Estado. Es más, como de hecho busca “suturar”, terminar un conflicto abierto, que siempre en el horizonte tiene la perspectiva de la revolución social, hasta sirve para la reproducción del orden social. Pero, al mismo tiempo, dice Marx que cada una de estas conquistas es valiosísima: es un “triunfo de la economía política de la clase obrera sobre la economía política burguesa”.
La tercera dimensión es la más compleja, ya que es lógica. Se trata de comprender que el propio concepto de crítica de la economía política está cuestionando a la economía como ciencia separada, a la escisión entre lo económico y lo político, a eso que se arroga la economía burguesa que es la capacidad para poder explicar la realidad a partir de la naturalización de las categorías económicas. La política en sí no es un siempre fenómeno de la superestructura, sino que impregna la propia base material. El Capital es la crítica a esta concepción naturalista de la economía. La “Escuela de la derivación”: el Estado se deriva de El capital y de su secuencia de categorías lógicas que, comenzando por la mercancía, continua con el valor, el dinero, y el capital. En el planteo derivacionista, el Estado es la categoría teórica que sigue en esa secuencia lógica.
La Comuna de París
LA conclusión de Marx de 1872 es que el proletariado no puede simplemente hace “uso” de la maquinaria de instituciones del Estado burgués, sino crear otras.
Los estudios sobre el Estado asiático
El concepto de Estado asiático. En su recorrido de los modos de producción, va a ubicar entre lo que denomina “el Comunismo primitivo” y “el Estado esclavista” una fase, “el Estado asiático”, compuesta por sociedades como la china y el Egipto antiguo donde, sin ser todavía sociedades de clases, se da la conformación estatal a partir de una casta que se apropia de un eje fundamental del desarrollo de las fuerzas productivas de la época como es el control del reigo. Entonces, ahí aparece la incorporación de una noción de Estado precapitalista.
¿El Estado, es un producto de la sociedad capitalista, o por el contrario, de toda sociedad donde se da división de clases? Podemos deducir distintas respuestas a esta pregunta en diferentes textos de Marx. Una respuesta afirmativa, por ejemplo, en el Manifiesto, donde el Estado aparece como la dominación política de cada clase que, en los diferentes modos de producción, ejerció el rol de explotadora. Sin embargo, vemos como otras veces prevalece la concepción de Estado como una forma de dominación política moderna, exclusiva del capitalismo.
La crítica al programa de Gotha

Las grandes definiciones del socialismo, la de que “reciba cada cual según su trabajo”, y de comunismo, “dé cada cual según su capacidad, y reciba según su necesidad”, son el centro de su planteo. En el socialismo o “primera fase del comunismo”, como lo denomina, habrá todavía un Estado o proto-Estado proletariado. En él pervivirá el derecho burgués, a partir de la necesidad de hacer valer la ley de la igualdad: todos recibirán en proporción a lo que aporten en términos de trabajo. Notemos el eje: hay derecho, por lo tanto hay Estado. Es la máxima expresión, ahora no formal, sino real, del derecho burgués. Ese Estado, cuya forma política había prefigurado en los textos sobre la Comuna, tendrá restos del Estado burgués. Será claramente de transición, hacia una sociedad sin clases y por lo tanto sin Estado, la sociedad comunista. La famosa desaparición o extinción del estado se da en esta instancia, en el pasaje del socialismo al comunismo, de la primera fase comunista a la segunda.

Resumen MARX - EL CAPITAL Capitulo XXIV

CAPITULO XXIV
LA LLAMADA ACUMULACION ORIGINARIA
La acumulación del capital presupone el plusvalor, el plusvalor la producción capitalista, y ésta la preexistencia de masas de capital relativamente grandes en manos de los productores de mercancías. Todo el proceso, pues, parece suponer una acumulación "originaria" previa a la acumulación capitalista, una acumulación que no es el resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida.
Se nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos había, por un lado, una elite diligente, inteligente y ante todo ahorrativa, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes que dilapidaban todo lo que tenían y aun más. [892] Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que aun hoy, pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas y la riqueza de unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace mucho tiempo. En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia.
El dinero y la mercancía no son capital desde un primer momento, como tampoco lo son los medios de producción y de subsistencia. Requieren ser transformados en capital. Pero esta transformación misma sólo se puede operar bajo determinadas circunstancias coincidentes: es necesario que se enfrenten y entren en contacto dos clases muy diferentes de poseedores de mercancías, a un lado los propietarios de dinero, de medios de producción y de subsistencia, a quienes les toca valorizar, mediante la adquisición de fuerza de trabajo ajena, la suma de valor de la que se han apropiado; al otro lado, trabajadores libres, vendedores de la fuerza de trabajo propia y por tanto vendedores de trabajo. Trabajadores libres en el doble sentido de que ni están incluidos directamente entre los medios de producción, ni tampoco les pertenecen a ellos los medios [893] de producción, hallándose, por el contrario, libres y desembarazados de esos medios de producción. Con esta polarización del mercado de mercancías están dadas las condiciones fundamentales de la producción capitalista. La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El proceso que crea a la relación del capital, pues, no puede ser otro que el proceso de escisión entre el obrero y la propiedad de sus condiciones de trabajo, proceso que, por una parte, transforma en capital los medios de producción y de subsistencia sociales, y por otra convierte a los productores directos en asalariados. La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como "originaria" porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo.
Este proceso de escisión incluye toda na serie de procesos históricos carácter dual: por una parte, disolución de las relaciones que convierten a los trabajadores en propiedad de terceros y en medios de producción de los que éstos se han apropiado, y por la otra, disolución de la propiedad que ejercían los productores directos sobre sus medios de producción. El proceso de escisión, pues, abarca en realidad toda la historia del desarrollo de la moderna sociedad burguesa, historia que no ofrecería dificultad alguna si los historiadores burgueses no hubieran presentado la disolución del modo feudal de producción exclusivamente bajo el clair-obscur [claroscuro] de la emancipación del trabajador, en vez de presentarla a la vez como transformación del modo feudal de explotación en el modo capitalista de explotación. El movimiento histórico que transforma a los productores en asalariados aparece por una parte como la liberación de los mismos respecto de la servidumbre y de la coerción gremial, y es este el único aspecto que existe para nuestros historiadores burgueses.
El punto de partida del desarrollo fue el sojuzgamiento del trabajador. La etapa siguiente consistió en un cambio de forma de ese sojuzgamiento. Aunque la producción capitalista, esporádicamente, se estableció ya durante los siglos XIV y XV en los países del Mediterráneo, la era capitalista sólo data del siglo XVI.
En la historia del proceso de escisión hacen época, desde el punto de vista histórico, los momentos en que se separa súbita y violentamente a grandes masas humanas de sus medios de subsistencia y de producción y se las arroja, en calidad de proletarios totalmente libres, al mercado de trabajo. La expropiación que despoja de la tierra al trabajador i, constituye el fundamento de todo el proceso.
2. Expropiación de la población rural,
a la que se despoja de la tierra
En Inglaterra la servidumbre de la gleba, de hecho, había desaparecido en la última parte del siglo XIV. La inmensa mayoría de la población se componía entonces y aun más en el siglo XV de campesinos libres que cultivaban su propia tierra. Los trabajadores asalariados agrícolas se componían en parte de campesinos que valorizaban su tiempo libre trabajando en las fincas de los grandes terratenientes, en parte de una clase independiente de salariados propiamente dicho. Pero también estos últimos eran de hecho, a la vez, campesinos que trabajaban para sí mismos. Disfrutaban el usufructo de la tierra comunal, sobre la que pacía su ganado y que les proporcionaba a la vez el combustible. En todos los países de Europa la producción feudal se caracteriza por la división de la tierra entre el mayor número posible de campesinos tributarios. Incluso el siervo de la gleba no sólo era propietario aunque sujeto al pago de tributo de la parcela contigua a su propia casa, sino además copropietario de la tierra comunal. El poder del señor feudal se fundaba en el número de sus súbditos, y éste dependía de la cantidad de campesinos que trabajaban para sí mismos.
El preludio del trastocamiento que echó las bases del modo de producción capitalista se produjo en el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del siglo XVI. Una masa de proletarios libres como el aire fue arrojada al mercado de trabajo por la disolución de las mesnadas [898] feudales. El gran señor feudal, tenazmente opuesto a la realeza y al parlamento, creó un proletariado muchísimo mayor al expulsar violentamente a los campesinos de la tierra, sobre la que
tenían los mismos títulos jurídicos feudales que él mismo, y al usurparles las tierras comunales. En Inglaterra, el impulso directo para estas acciones lo dio particularmente el florecimiento de la manufactura lanera flamenca y el consiguiente aumento en los precios de la lana. Las grandes guerras feudales habían aniquilado a la vieja nobleza feudal; la nueva era hija de su época, y para ella el dinero era el poder de todos los poderes. Su consigna, pues, rezaba: transformar la tierra de labor en pasturas de ovejas. Violentamente se arrasaron las viviendas de los campesinos y las cottages de los obreros.
Fáciles de vigilar con unos pocos pastores; y las fincas arrendadas temporal, vitalicia y anualmente (de las que vivían gran parte de los yeomen[campesino que cultiva su propia tierra]) se transformaron en dominios señoriales. Fue admirable la sabiduría demostrada en esa época por el rey y el parlamento en la cura del mal... Adoptaron medidas contra esas usurpaciones que despoblaban los predios comunales y contra el despoblador régimen de pasturas que seguía de cerca a esas usurpaciones. Muchas fincas arrendadas y grandes rebaños de ganado, especialmente de ovejas, se concentran en pocas manos, con lo cual han aumentado considerablemente las rentas de la tierra y disminuido mucho los cultivos , se han arrasado iglesias y casas y cantidades asombrosas de hombres han quedado incapacitados de ganarse el sustento para sí y sus familias. Las quejas populares y la legislación que desde Enrique VII y durante 150 años condenó la expropiación de los pequeños arrendatarios y campesinos, resultaron estériles por igual. Lo que exigía el sistema capitalista era, a la inversa, una condición servil de las masas populares, la transformación de las mismas en alquilones y la conversión de sus medios de trabajo [901] en capital.
El proceso de expropinción violenta de las masas populares recibió un nuevo y terrible impulso en el siglo XVI con la Reforma y, a continuación, con la expoliación colosal de los bienes eclesiásticos. En la época de la Reforma, la Iglesia Católica era propietaria feudal de gran parte del suelo inglés. La supresión de los monasterios, etc., arrojó a sus moradores al proletariado. Los propios bienes eclesiásticos fueron objeto, en gran parte, de donaciones a los rapaces favoritos del rey, o vendidos por un precio irrisorio a arrendatarios y residentes urbanos especuladores que expulsaron en masa a los antiguos campesinos tributarios [902] hereditarios, fusionando los predios de estos últimos., Se abolió tácitamente el derecho, garantizado por la ley, de los campesinos empobrecidos a percibir una parte de los diezmos eclesiásticos. El patrimonio eclesiástico configuraba el baluarte religioso de las relaciones tradicionales de propiedad de la tierra. Con la ruina de aquél, estas últimas ya no podían mantenerse en pie.
Todavía en los últimos decenios del siglo XVII la yeomanry, el campesinado independiente, era más numerosa que la clase de los arrendatarios. Todavía, los asalariados rurales mismos eran copropietarios de la propiedad comunal. Hacia 1750, [904] aproximadamente, la yeomanry había desaparecido, y en los últimos decenios del siglo XVIII ya se habían borrado las últimas huellas de propiedad comunal de los campesinos.
Bajo la restauración de los Estuardos, los terratenientes abolieron el régimen feudal de tenencia de la tierra, es decir, la liberaron de las servidumbres que la gravaban, "indemnizaron" al estado mediante impuestos sobre el campesinado y las demás masas populares, reivindicaron la propiedad moderna sobre fincas de las que sólo poseían títulos feudales y, finalmente, impusieron esas leyes de asentamiento.
La Revolución Gloriosa llevó al poder, con Guillermo III de Orange, a los fabricantes de plusvalor poseedores de tierras y capitales. Éstos inauguraron la nueva era perpetrando en escala colosal el [905] robo de tierras fiscales, practicado hasta entonces sólo de manera modesta. Esos predios fueron donados, vendidos a precios irrisorios o incluso anexados por usurpación directa a fincas privadas. Los bienes fiscales, apropiados de manera tan fraudulenta sumados a la depredación de las tierras eclesiásticas constituyen el fundamento de los actuales dominios principescos que posee la oligarquía inglesa. Los capitalistas burgueses favorecieron la operación, entre otras cosas para convertir el suelo en artículo puramente comercial, expandir la superficie de la gran empresa agrícola, acrecentar el aflujo hacia ellos de proletarios enteramente libres procedentes del campo, etc.
906] La propiedad comunal era una institución germánica antigua que subsistió bajo el manto del feudalismo. Hemos visto cómo el violento despojo de la misma, acompañado por regla general de la transformación de las tierras de labor en praderas destinadas al ganado, se inicia a fines del siglo XV y prosigue durante el siglo XVI. Pero en ese entonces el proceso se efectúa como actos individuales de violencia, contra los cuales la legislación combate en vano a lo largo de 150 años. El progreso alcanzado en el siglo XVIII se revela en que la ley misma se convierte ahora en vehículo del robo perpetrado contra las tierras del pueblo. La forma parlamentaria que asume la depredación es la de las leyes para el cercamiento de la tierra comunal, en otras palabras, decretos mediante los cuales los terratenientes se donan a sí mismos, como propiedad privada, las tierras del pueblo; decretos expropiadores del pueblo.
Mientras que los yeomen independientes eran remplazados por tenants-at-will, arrendatarios pequeños que podían ser desalojados con preaviso de un año, el robo sistemático perpetrado contra la propiedad comunal, junto al despojo de
los dominios fiscales, ayudó especialmente a acrecentar esas grandes fincas arrendadas que en el siglo XVIII se denominaron granjas de capital o granjas de mercaderes, y a "liberar" a la población rural como proletariado para la industria.
En el siglo XIX, como es natural, se perdió hasta el recuerdo de la conexión que existía entre el campesino y la propiedad comunal.
El último gran proceso de expropiación que privó de la tierra al campesino fue el llamado clearing of estates (despejamiento de las fincas, que consistió en realidad en barrer de ellas a los hombres). Cuando ya no quedan campesinos independientes a los que barrer, se ha pasado al "despejamiento" de las cottages, de tal suerte que los trabajadores agrícolas ya no encuentran el espacio necesario para su propia vivienda ni siquiera en el suelo cultivado por ellos.
Pero, por último, una parte de las pasturas para ovejas fue convertida a su vez en cotos de caza.
Se confiscan una tras otra las libertades del pueblo... Y la opresión aumenta día a día... Los propietarios [916] practican los despejamientos y el desalojo del pueblo como un principio establecido, como una necesidad de la agricultura.
[917] La expoliación de los bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad feudal y clánica en propiedad privada moderna, fueron otros [918] tantos métodos idílicos de la acumulación originaria. Esos métodos conquistaron el campo para la agricultura capitalista, incorporaron el suelo al capital y crearon para la industria urbana la necesaria oferta de un proletariado enteramente libre.
3. Legislación sanguinaria contra los expropiados,
desde fines del siglo XV. Leyes reductoras del salario
Los expulsados por la disolución de las mesnadas feudales y por la expropiación violenta e intermitente de sus tierras, no podían ser absorbidos por la naciente manufactura con la misma rapidez con que eran puestos en el mundo. Por otra parte, no podían adaptarse de manera tan súbita a la disciplina de su nuevo estado. Se transformaron masivamente en mendigos, ladrones, vagabundos, en parte por inclinación, pero en los más de los casos forzados por las circunstancias. De ahí que a fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI proliferara en toda Europa Occidental una legislación sanguinaria contra la vagancia. A los padres de la actual clase obrera se los castigó, en un principio, por su transformación forzada en vagabundos e indigentes. La legislación los trataba como a delincuentes "voluntarios": suponía que de la buena voluntad de ellos dependía el que continuaran trabajando bajo las viejas condiciones, ya
inexistentes.
La población rural, expropiada por la violencia, expulsada de sus tierras y reducida al vagabundaje, fue obligada a someterse, mediante una legislación terrorista y grotesca y a fuerza de latigazos, hierros candentes y tormentos, a la disciplina que requería el sistema del trabajo asalariado.
No basta con que las condiciones de trabajo se presenten en un polo como capital y en el otro como hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza de trabajo. Tampoco basta con obligarlos a que se vendan voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas. La generación constante de una sobrepoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo, y por tanto el salario, dentro de carriles que convienen a las necesidades de valorización del capital. Sigue usándose, siempre, la violencia directa, extraeconómica, per sólo excepcionalmente.
La burguesía naciente necesita y usa el poder [923] del estado para "regular" el salario, esto es, para comprimirlo dentro de los límites gratos a la producción de plusvalor, para prolongar la jornada laboral y mantener al trabajador mismo en el grado normal de dependencia. Es este un factor esencial de la llamada acumulación originaria.
La clase de los asalariados, surgida en la segunda mitad del siglo XIV, sólo configura entonces y durante el siglo siguiente una parte constitutiva muy pequeña de la población, fuertemente protegida en su posición por la economía campesina independiente en el campo y la organización corporativa en la ciudad. La subordinación del trabajo al capital era sólo formal, esto es, el modo de producción mismo no poseía aún un carácter específicamente capitalista. El elemento variable del capital preponderaba considerablemente sobre su elemento constante. De ahí que la demanda de trabajo asalariado creciera rápidamente con cada acumulación del capital, mientras que la oferta de trabajo asalariado sólo la seguía con lentitud.
La legislación relativa al trabajo asalariado tendiente desde un principio a la explotación del obrero y, a medida que se desarrollaba, hostil siempre a éste se inaugura en Inglaterra con la "Statute of Labourers" [ley sobre los trabajadores] de Eduardo III, 1349. Las leyes sobre los obreros procuran imponer la prolongación de la jornada laboral.
[924] La Statute of Labourers" se promulgó por las insistentes reclamaciones de la Cámara de los Comunes. Se estableció una tarifa salarial legal para la ciudad y el campo, por pieza y por jornada. Los trabajadores rurales debían contratarse por año, los urbanos, "en el mercado libre". Se prohibía, bajo pena de prisión, pagar salarios más altos que los legales, pero la percepción de un salario mayor se castigaba más severamente que su pago. Desde el siglo XIV hasta 1825, año en que se derogaron las leyes contra las coaliciones, las coaliciones obreras son consideradas como un delito grave. El estado impone un salario máximo, pero no un mínimo.
En el siglo XVI, como es sabido, la situación de los trabajadores había empeorado considerablemente. El salario en dinero aumentó, pero no en proporción a la depreciación del dinero y al consiguiente aumento de precios de las mercancías. El salario, pues, en realidad disminuyó. Sin [925] embargo, no se derogaron las leyes que procuraban mantenerlo en un nivel bajo, y siguió aplicándose el corte de orejas y el señalamiento con hierros candentes de aquellos a quienes "nadie quisiera tomar a su servicio". Finalmente, en 1813 se derogaron las leyes en torno a la regulación del salario. Eran una anomalía ridícula, puesto que el capitalista regulaba la fábrica por medio de su legislación privada y hacía completar el salario del obrero agrícola, hasta el mínimo indispensable, mediante el impuesto de beneficencia. Las crueles leyes anticoalicionistas fueron derogadas en 1825, ante la amenazadora actitud del proletariado. Sólo a regañadientes las abrogó el parlamento, el mismo parlamento [927] que durante siglos, con la desvergüenza más cínica, había funcionado como coalición permanente de los capitalistas contra los obreros.
4. Génesis del arrendatario capitalista
¿De dónde provienen, en un principio, los capitalistas? Porque la expropiación de la población rural, directamente, sólo crea grandes terratenientes. En lo que respecta a la génesis del arrendatario, se trata de un proceso lento, que se arrastra a lo largo de muchos siglos. Los propios siervos, y al lado de ellos también pequeños propietarios libres, se encontraban sometidos a relaciones de propiedad muy diferentes, y de ahí que su emancipación se efectuara también bajo condiciones económicas diferentes en grado sumo.
En Inglaterra, la primera forma del arrendatario es la del bailiff [bailío], siervo de la gleba él mismo. Durante la segunda mitad del siglo XIV lo sustituye un arrendatario libre pp a quien el terrateniente provee de simientes, ganado y aperos de labranza. La situación de este arrendatario no difiere mayormente de la del campesino. Sólo que explota más trabajo asalariado. Pronto se convierte en métayer [aparcero], en medianero. Él pone una parte del capital agrícola; el terrateniente, la otra. Ambos se reparten el producto global conforme a una proporción determinada contractualmente. Esta forma desaparece rápidamente en Inglaterra, para dejar su lugar al arrendatario propiamente dicho, que valoriza su capital propio por medio del empleo de asalariados y entrega al terrateniente, en calidad de renta de la tierra, una parte del plusproducto, en dinero o in natura [en especies]. La [930] revolución agrícola que se opera en el último tercio del siglo XV y que prosigue durante casi todo el siglo XVI lo enriquece con la misma rapidez con que empobrece a la población de la campaña. La usurpación de las praderas comunales, etcétera, le permite aumentar casi sin costos sus existencias de ganado, al propio tiempo que el ganado le suministra un abono más abundante para el cultivo del suelo. En el siglo XVI, los contratos de arrendamiento se concertaban en ese entonces por períodos largos, a menudo por 99 años. La desvalorización constante de los metales preciosos y por tanto del dinero, rindió a los arrendatarios frutos de oro. El aumento continuo de los precios del cereal, de la lana, carne, en suma, de todos los productos agrícolas, engrosó el capital dinerario del arrendatario sin el concurso de éste, mientras que la renta que dicho arrendatario tenía que pagar, estaba contractualmente establecida sobre la base del antiguo valor del dinero. De esta suerte, el arrendatario se [931] enriquecía, al propio tiempo, a costa de sus asalariados y de su terrateniente. Nada tiene de extraño, pues, que Inglaterra poseyera, a fines del siglo XVI, una clase de "arrendatarios capitalistas" considerablemente ricos.
5. Repercusión de la revolución agrícola sobre
la industria. Creación del mercado interno para
el capital industrial
La expropiación y desahucio de la población rural, intermitentes pero siempre renovados, suministraban a la industria urbana, como hemos visto, más y más masas de proletarios totalmente ajenos a las relaciones corporativas. Al enrarecimiento de la población rural independiente que cultivaba sus propias tierras no sólo correspondía una condensación del proletariado industrial. Pese al menor número de sus cultivadores, el suelo rendía el mismo producto que siempre, o más, porque la revolución en las relaciones de propiedad de la tierra iba acompañada de métodos de cultivo perfeccionados, una mayor cooperación, la concentración de los medios de [933] producción, etcétera, y porque no sólo se obligó a trabajar con mayor intensidad a los asalariados rurales, sino que además el campo de producción en el que éstos trabajaban para sí mismos se contrajo cada vez más. Con la parte liberada de la población rural se liberan también, pues, sus medios alimentarios anteriores. Éstos ahora se transforman en elemento material del capital variable. El campesino arrojado a los caminos debe adquirir de su nuevo amo, el capitalista industrial, y bajo la forma del salario, el valor de esos medios alimentarios. Lo que ocurre con los medios de subsistencia, sucede también con las materias primas agrícolas locales destinadas a la industria. Se convierten en elemento del capital constante. La expropiación y [935] desalojo de una parte de la población rural, no sólo libera y pone a disposición del capital industrial a los trabajadores, y junto a ellos a sus medios de subsistencia y su material de trabajo, sino que además crea el mercado interno. El arrendatario vende ahora como mercancía y masivamente medios de subsistencia y materias primas que antes, en su mayor parte, eran consumidos como medios directos de subsistencia por sus productores y elaboradores rurales. Las manufacturas le proporcionan el mercado. Una gran parte de los artículos antes producidos en el campo mismo se convierten en artículos manufacturados, y el campo mismo se transforma en un mercado para la venta de dichos artículos. De esta manera, paralelamente a la expropiación [936] de los campesinos que antes cultivaban sus propias tierras y que ahora se ven divorciados de sus medios de producción, progresa la destrucción de la industria rural subsidiaria, el proceso de escisión entre la manufactura y la agricultura. No obstante, el período manufacturero propiamente dicho no produjo una transformación radical. Recuérdese que la manufactura sólo se apodera muy fragmentariamente de la producción nacional y se funda siempre en el artesanado urbano y en la industria subsidiaria doméstico-rural. Cuando aniquila a esta última bajo determinada forma, en ramos particulares de los negocios, en ciertos puntos, la vuelve a promover en otros, porque hasta cierto punto necesita de la misma para la elaboración de la materia prima. Produce, por consiguiente, una nueva clase de pequeños campesinos, que cultivan el suelo como ocupación subsidiaria y practican como actividad principal el trabajo industrial para vender el producto a la manufactura, sea directamente o por medio del comerciante. Inglaterra es primordialmente ora [937] cultivadora de cereales, ora criadora de ganado, en períodos alternados, y con estas fluctuaciones que ora duran más de medio siglo, ora pocos decenios, fluctúa el tamaño de la explotación campesina. Sólo la gran industria proporciona, con las máquinas, el fundamento constante de la agricultura capitalista, expropia radicalmente a la inmensa mayoría de la población rural y lleva a término la escisión entre la agricultura y la industria domésticorural, cuyas raíces –la hilandería y tejeduría– arranca. Pero de esta separación fatal datan el desarrollo necesario de los poderes colectivos del trabajo y la transformación de la producción fragmentada, rutinaria, en producción combinada, científica. Conquista por primera vez para el capital industrial, pues, todo el mercado interno.
6. Génesis del capitalista industrial
La génesis del capitalista industrial 89 no se produjo de una manera tan gradual como la del arrendatario. Indudablemente, no pocos pequeños maestros gremiales, y aun más pequeños artesanos independientes, e incluso trabajadores asalariados, se transformaron primero en pequeños capitalistas, y luego, mediante una explotación paulatinamente creciente de trabajo asalariado y la acumulación consiguiente, en capitalistas. El paso de tortuga inherente a este método en modo alguno era compatible con las necesidades comerciales del nuevo mercado mundial, creado por los grandes descubrimientos de fines del siglo XV. Pero la Edad Media había legado dos formas diferentes de capital, que maduran en las formaciones económico-sociales más diferentes y que antes de la era del modo de producción capitalista son consideradas como capital en general: el capital usurario y el capital comercial. El régimen feudal [939] en el campo y la constitución corporativa en la ciudad, le impedían al capital dinerario –formado por medio de la usura y el comercio– transformarse en capital industrial. Esas barreras cayeron al disolverse las mesnadas feudales
y al ser expropiada, y en parte desalojada, la población rural.
El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de Africa en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria. Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario.
En Inglaterra, a fines del siglo XVII, se combinan sistemáticamente en el sistema colonial, en el de la deuda pública, en el moderno sistema impositivo y el sistema proteccionista. Estos métodos, como por ejemplo el sistema colonial, se fundan en parte sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica.
La Compañía Inglesa de las Indias Orientales obtuvo, además de la dominación política en la India, el monopolio exclusivo del comercio del té, así como del comercio chino en general, y del transporte de bienes desde Europa y hacia este continente. Pero la navegación de cabotaje en la India y entre las islas, así como el comercio interno de la India, se convirtió en monopolio de los altos funcionarios de la compañía. Los monopolios de la sal, del opio, del betel y de otras mercancías eran minas inagotables de riqueza. Grandes fortunas brotaban como los hongos, de un día para otro, la acumulación originaria se efectuaba sin necesidad de adelantar un chelín.
El sistema colonial hizo madurar, como plantas de invernadero, el comercio y la navegación. La colonia aseguraba a las manufacturas en ascenso un mercado donde colocar sus productos y una acumulación potenciada por el monopolio del mercado. Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por el saqueo, por la esclavización y las matanzas con rapiñas, refluían a la metrópoli y se [943] transformaban allí en capital.
El sistema colonial proclamó la producción de plusvalor como el fin último y único de la humanidad. Aquel sistema fue la cuna de los sistemas modernos de la deuda pública y del crédito.
El extraordinario papel desempeñado por el sistema de la deuda pública y por el moderno sistema impositivo en la transformación de la riqueza social en capital, en la expropiación de productores autónomos y en la opresión de los asalariados. La supremacía industrial trae aparejada la supremacía comercial. En el período manufacturero propiamente dicho, por el contrario, es la supremacía comercial la que confiere el predominio industrial. De ahí el papel preponderante que desempeñaba en ese entonces el sistema colonial. Ese sistema proclamó la producción de plusvalor como el fin último y único de la humanidad. Con la deuda pública surgió un [944] sistema crediticio internacional, que a menudo encubría una de las fuentes de la acumulación originaria en un país [945] determinado. La deuda pública se convierte en una de las palancas más efectivas de la acumulación originaria. Infunde en virtud generadora al dinero improductivo y lo transforma en capital. La deuda pública a dado impulso a las sociedades por acciones, al comercio de toda suerte de papeles negociables, al agio; en una palabra, al juego de la bolsa y a la moderna bancocracia.
Desde su origen los grandes bancos, engalanados con rótulos nacionales, no eran otra cosa que sociedades de especuladores privados que se establecían a la vera de los gobiernos y estaban en condiciones, gracias a los privilegios obtenidos, de prestarles dinero. Por eso la acumulación de deuda pública no tiene indicador más fiable que el alza sucesiva de las acciones de estos bancos, cuyo desenvolvimiento pleno data de la fundación del Banco de Inglaterra (1694).
Como la deuda pública tiene su respaldo en los ingresos del Estado, que han de cubrir los pagos anuales de intereses, etc., el moderno sistema impositivo se convirtió en el complemento requerido necesariamente por el sistema de los empréstitos públicos. Los préstamos permiten que el gobierno sufrague gastos extraordinarios son que el contribuyente lo note de inmediato, pero exigen, de ahí en adelante, que los impuestos aumenten. A su vez, la suba de los impuestos provocada por la acumulación de deudas contraídas sucesivamente, obliga al gobierno a recurrir siempre a nuevos empréstitos para cubrir nuevos gastos extraordinarios.
[946] El sistema proteccionista era un medio artificial de fabricar fabricantes, de expropiar trabajadores independientes, de capitalizar los medios de producción y de subsistencia nacionales, de abreviar por la violencia la transición entre el modo de producción antiguo y el moderno.
Sistema colonial, deudas públicas, impuestos abrumadores, proteccionismo, guerras comerciales, etcétera; estos vástagos del período manufacturero propiamente dicho experimentaron un crecimiento gigantesco durante la infancia de la gran industria.
Necesidad del robo de niños y de la esclavitud infantil para transformar la industria manufacturera en fabril y para establecer la debida proporción entre el capital y la fuerza de trabajo. Una manufactura cualquiera que, para ser operada con éxito, requiere que se saqueen cottages y workhouses en busca de niños pobres, con el objeto de hacerlos trabajar durísimamente, por turnos, durante la mayor parte de la noche, robándoles el reposo. Lo habitual era que el patrón" [948] (esto es, el ladrón de niños) "vistiera, alimentara y alojara a sus aprendices en una casa, destinada a ese fin, cerca de la fábrica. Se designaban capataces para vigilar el trabajo de los niños. El interés de estos capataces de esclavos consistía en sobrecargar de trabajo a los chicos, ya que la paga de los primeros estaba en relación con la cantidad de producto que se pudiera arrancar a los segundos. Se las atormentaba hasta la muerte con el exceso de trabajo... se las azotaba, encadenaba y torturaba con los más exquisitos refinamientos de crueldad. Las camas nunca se enfriaban.
[949] Con el desarrollo de la producción capitalista durante el período manufacturero, la opinión pública de Europa perdió los últimos restos de pudor y de conciencia. Las naciones se jactaban cínicamente de toda infamia que constituyera un medio para la acumulación de capital.
Al mismo tiempo que introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba el impulso para la transformación de la economía esclavista más o menos patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación.
7. Tendencia histórica de la acumulación capitalista
¿En qué se resuelve la acumulación originaria del capital, esto es, su génesis histórica? En tanto no es transformación directa de esclavos y siervos de la gleba en asalariados, o sea mero cambio de forma, no significa más que la expropiacion del productor directo, esto es, la disolución de la propiedad privada fundada en el trabajo propio. La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción es el fundamento de la pequeña industria, y la pequeña industria es una condición necesaria para el desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del trabajador mismo. Sólo florece, sólo libera toda su energía, sólo conquista la forma clásica adecuada, allí donde el trabajador es propietario privado libre de sus condiciones de trabajo, manejadas por él mismo.
Este modo de producción supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de producción. Excluye la concentración de éstos, y también la cooperación, la división del trabajo dentro de los mismos procesos de producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo libre de las fuerzas productivas sociales. Al alcanzar cierto grado de su desarrollo, genera los medios materiales de su propia destrucción. Su aniquilamiento, la transformación de los medios de producción individuales y dispersos en socialmente concentrados, y por consiguiente la conversión de la propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y por tanto la expropiación que despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e instrumentos de trabajo a la gran masa del pueblo, esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, constituye la prehistoria del capital. Comprende una serie de métodos violentos, de los cuales hemos pasado revista sólo a aquellos que hicieron época como métodos de la acumulación originaria del capital. La propiedad privada erigida a fuerza de trabajo propio; fundada, por así decirlo, en la consustanciación entre el individuo laborante independiente, aislado, y sus condiciones de trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, que reposa en la explotación de trabajo ajeno, aunque formalmente libre. No bien ese proceso de transformación ha descompuesto suficientemente, en profundidad y en extensión, la vieja sociedad; no bien los trabajadores se han convertido en proletarios y sus condiciones de trabajo en capital; no bien el modo de producción capitalista puede andar ya sin andaderas, asumen una nueva forma la socialización ulterior del trabajo y la transformación ulterior de la tierra y de otros medios de producción en medios de producción socialmente explotados, y por ende en medios de producción colectivos, y asume también una nueva forma, por [953] consiguiente, la exproplación ulterior de los propietarios privados. El que debe ahora ser expropiado no es ya el trabajador que labora por su propia cuenta, sino el capitalista que explota a muchos trabajadores. Esta expropiación se lleva a cabo por medio de la acción de las propias leyes inmanentes de la producción capitalista, por medio de la concentración de los capitales. Cada capitalista liquida a otros muchos. Paralelamente a esta concentración, o a la expropiación de muchos capitalistas por pocos, se desarrollan en escala cada vez más amplia la forma cooperativa del proceso laboral, la aplicación tecnológica consciente de la ciencia, la explotación colectiva planificada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo que sólo son utilizables colectivamente, la economización de todos los medios de producción gracias a su uso como medios de producción colectivos del trabajo social, combinado. Con la disminución constante en el número de los magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de trastocamiento, se acrecienta la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción. El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.
El modo capitalista de producción y de apropiación, y por tanto la propiedad privada capitalista, es la primera [954] negación de la propiedad privada individual, fundada en el trabajo propio. Pero la producción capitalista genera, con la necesidad de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación. Ésta no restaura la propiedad privada, sino la propiedad individual, pero sobre la base de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación y la propiedad común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo mismo.

La transformación de la propiedad privada fragmentaria, fundada sobre el trabajo personal de los individuos, en propiedad privada capitalista es, naturalmente, un proceso incomparablemente más prolongado, más duro y dificultoso, que la transformación de la propiedad capitalista, de hecho fundada ya sobre el manejo social de la producción, en propiedad social. En aquel caso se trataba de la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores; aquí se trata de la expropiación de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo.